Se esconden de la
luz. Evitan toda voz. Se disfrazan y mienten. Se ahorcan en su almohada. Y gritan alto. Tan alto gritan. Tan alto.
Tan lejos. Tan llenos. Tan hijos de puta. Tan sordos.
Son como un alud.
Como un disparo a bocajarro
en la sien.
Si les llega tu olor,
saldrán de las cavernas. Y te morderán. Te devorarán.
Te arrancarán toda paz. Te
devolverán tu humanidad. La más antigua. La más remota. La más violenta. La más real.
Son como bestias.
Como fieras que esperan
escondidas el momento de saltar.
Saben destrozar. Saben dónde buscar. Lo saben todo. Saben a verdad. Huelen a desastre, y a mierda. Apretarán y exprimirán tu pecho para vaciarlo
del todo. Para llenarlo de nuevo. Para obligarte a saltar. Y dolerá.
Son como una frase
impronunciable.
Como pájaros enjaulados
que anhelan la libertad.
Y vuelan.
Y huyen.
Y vuelven.
Y no se irán jamás.
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