Haz realidad lo que
hablas. Cumple con todo(s). Patea(los).
Y rompe a llorar. Y a reír. Destrózalo(s), te está permitido. Y excúsate otro día. Que los corazones rotos se curan, que no
duele tanto, ni sangra. Y respira. Apunta.
Dispara a matar. Y a vivir. Y deja que te alcance mientras aún sepas
jugar. Que duele más lo que callas que
cualquier puñetazo.
Tú, que sólo sabes encajar
los golpes con el pecho, déjate latir.
Siempre te han pesado más
las manos que los años. Siempre has
tenido más corazón que modales. Abre la
puerta. Y las ventanas. Y escúpele a todo lo que haya perdido el
color. Y deja encendida esa luz, por
favor, y no tires la toalla. Deja que
arda. Y arde también. Y sonríeme.
Y que les den por culo.
Hay una línea muy delgada
entre lo que está bien y lo que te hace bien.
Hay sólo un mínimo espacio entre lo bueno y lo estúpido. Levanta la vista. Y la cabeza.
Y el corazón. Y que nadie te diga
lo contrario. Y llévales la
contraria. Y grítale(s). Y grítame.
Y que te duela(n) menos, y
lo(s) disfrutes más.
Acuérdate de cuando soñar
no significaba dormir. Tú, tan joven y
tan triste, déjate vivir. Salta. Y vuela.
Y deja que te quieran, joder. Y
quiere(te) tú también. Y grítale. Y grítame.
Deshazte de ella. Desátate el
nudo. Despídete. Y déjate volver.
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