Cuando se fue, quería
quedarse.
Ser la sombra de un futuro
pasado,
presencia perenne que
nunca está.
Cuando se fue, no entendió
el adiós.
Se agarró con uñas y dientes
sin tener en cuenta los destrozos.
Nunca supo irse,
los caminos de huída la
traían siempre de vuelta.
Cuando se fue, se olvidó
de llevarse con ella el recuerdo.
Lo metió en una caja, y lo
escondió bien profundo para que no pudiera arrancármelo.
Se aseguró de dejarse
allí.
Cuando se fue, quería
irse, y quería quedarse.
Siempre fue caos, y
huracanes, y una jodida lluvia repetitiva y molesta.
Tan necesaria.
Tan oportuna.
Tan hija de puta.
Cuando se fue, no se
despidió, nunca lo hacía.
Deja ventanas abiertas,
semáforos en ámbar, y su mano tendida.
Cuando se va,
siempre me deja una nota
de vuelta.
Cuando se va,
idiota,
yo siempre me quedo sentada
en la puerta.
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