Disparó, y fue como un
alud.
Otra vez.
Se comió lo poco que me
quedaba de corazón, sabiendo que latía por ella. Me vomitó su pasado en la cara, limpiándose
en mi espalda la mierda que le recorre las manos. Luego me arrancó las entrañas, y ahora
descansa tranquila.
Siempre me ha estrujado el
alma hasta exprimirla,
y yo siempre le he dicho
que sí.
En mi garganta vive un
silencio frustrado, una explosión que nadie ha visto, y que ella nunca entenderá.
Esperar es desesperante
cuando nunca se llega a ningún sitio, y abrir ventanas sólo sirve para ver con
más claridad las sombras.
Mejor cierro con llave.
Olvídala de una vez.
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