domingo, 25 de agosto de 2013

HIENAS

Aquí huele a carroña…

Mira ahí, nos sobrevuelan en círculos, como aves de rapiña que persiguen el desastre, esperando nuestra muerte para alimentarse de los restos.  Te lo advertí, ¿te acuerdas?  Ya te dije que hacía tiempo que nos perseguían las hienas.  Pero ahora ya es inevitable…  En mitad de este desierto y sin nada que nos salve, somos presa de los buitres.

¡Tápate los oídos!

Aquí no llegan tus dedos.  No.  No me alcanzan.  Nunca consiguieron tocarme.  Pero agarras lo que puedes y vuelas.  ¡Bien por ti!  Ni siquiera te atreves a mirarme a la cara, con toda esa mierda...  ¿Qué vas a hacer ahora?  No hay premios, ni trofeos.  No hay nada para ti.  No te incumbe, ¿lo ves?  Deberías largarte.

Y el cuervo, entonces, me arrancó los ojos.

Inteligencia carroñera, movida por el hambre de un ego desganado.  Trabajaste cada migaja con la minuciosidad de un ebanista, hábil y astuta cual zorra.  ¡Y todas estas molestias para nada!  Al final, se te atragantó también este bocado.

¿Está buena mi basura?

Yo ya conocía las formas, y los caminos.  Yo ya había sido objeto.  Pero supiste aprovechar el instante (CARPE DIEM!) en el que el cadáver, antes de ser cadáver, agoniza y se agarra a la primera mano que promete sacarle de la fosa.

Oportunismo carroñero.

¡Vuela, buitre!  Ampárate en tu ejército de ratas, círculo vicioso de puñaladas y trapos sucios, y perdones desteñidos.  En sus filas todo es de cartón piedra, decorado absurdo donde os devoráis unas a otras, y luego os laméis las heridas.

¡Demasiado interés tienes tú en esto!

Y todo por obra y gracia de Santa María Auxiliadora, patrona de todas las Hienas y demás Bestias Carroñeras, que con el modus operandi de un político, de los que prometen hasta que te la meten, se te fue masticando el cerebro mientras a mí me arrancaba las tripas a picotazos.  Pero aún tuerta, ciega y manipulada, aún idiota, aún rota, recompuse cada una de las partes.  Cada odio, cada gesto, cada palabra, cada minúscula partícula obsesiva de mi mente, cada idea retorcida…  Todo.  Nada era mío.  Tu gran regalo.

Pero cada cosa tiene su sitio,
y ahora sí que es mío
el gran final.


¡Amén!

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