sábado, 23 de marzo de 2013

¡PUTO DESASTRE ANIMAL!


Se ha convertido en un hábito el destrozo.  ¡Cuánta torpeza!

La impotencia, la conciencia de lo imposible pero palpable, al alcance de mis dedos….  Pero tan lejos.  El delirio característico de mi yo ciego (o más bien tuerto).  Autocompasión menguante y absurda, como absurdo el pensamiento, que seguramente ni sea neuronal, sino cardíaco.  Demasiado tiempo en las nubes, demasiados mundos paralelos que se entrecruzan llegando a transformarse en reales, hasta que la realidad los disuelve.  Siempre se rompe algún cristal por el camino, pero es que creo que a esa fragilidad la encuentro atractiva.  Y otra vez voy y tropiezo, pensando en los pasos que ni siquiera me atrevo a dar, pero que me llevan inevitablemente a la caída.

¡Qué gilipollez!

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