Tras de sí va dejando
orgullosa un sinfín de planes a medias, de medias tintas, arrancando palabras
que me empeño en no pronunciar. Se siente
enorme en la inmensidad de su nada, y se pinta de colores porque su todo es
fachada, tan sólo eso, un reflejo hueco en un espejo cualquiera.
Vacía, vulgar… Manía persecutoria que se aparece de mañana,
sola, siempre sola.
Variación constante,
constante cambio, bipolaridad continua, no se acostumbra a nadie ni a nada, ni
siquiera a sí misma. No se conoce, sólo
se encamina hacia donde le dicta el pecho, que ella esconde por debajo de su
ombligo.
Depredador absurdo, nutre
su ego de los ojos ajenos. Es casi una
dependencia, una adicción.
A veces se le caen insensateces de la boca,
cuando no las camufla en mentiras disgregadas, casi creíbles. Es buena en su juego, mala en sus artes, y
hueca, al fin y al cabo. Bajo su
esternón late un motor a vapor, inerte, mecánico, sin sentido común. No siente
ni padece de cintura para arriba, no ve más allá de su flequillo.
Y se cree peligrosa… Ridículamente peligrosa, fruto de su
megalomanía.
Actriz secundaria, amor de
compraventa, coprotagonista de cualquier historia que ansíe alcanzarla, y es
fácil, cualquier guión le vale. No tiene
escrúpulos, no le importa nadie, sólo busca sus quince minutos de fama.
Magia de cuento chino.
Después de todo, niña
perdida, yo he vivido todos tus bucles en carne propia; he sido planes, y
palabras, he sido fachada y colores, he sido vulgar, he estado vacía, he sido
variación y bipolaridad continua, he sido el centro de tu ombligo, insensatez
en tu boca, he sido dependencia y adicción, otro juego, coprotagonista… He sido mentira contigo.
Y tu única verdad.
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